Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos", escribió Pablo Neruda en el "Poema 20". Tan poderosos han sido estos versos, que hasta sirvieron de título para un libro de cuentos de la escritora argentina Poldy Bird (Editorial Orion, 1981).

A lo mejor, a los idiomas les pasa lo mismo: ya no son los de entonces, los de la época en que íbamos a la escuela y aprendíamos, por ejemplo, a recitar las preposiciones, sin saber muy bien, por supuesto, qué pretendían de nosotros con eso los maestros.

Pues bien, una duda parecida aqueja hoy al profesor y periodista Norberto García Rozada y no es para menos. Dice así en su correo electrónico: "Diría que ya casi no me preocupa leer en los diarios errores como «Messi, un jugador procaz» por -es de suponer- «...un jugador precoz...».

"Pero lo que realmente me preocupa, porque hace a la sintaxis de la lengua y entonces es mucho más serio, es una tendencia perversa del uso del idioma, que ha comenzado a reemplazar las preposiciones «para» y, en algunos casos, también «de», por «a». Verbigracia: «se ha clasificado a la rueda final del campeonato mundial» o «se ha clasificado a jugar la final...». Cito estos casos porque, en definitiva, estuvieron en boga, ya fuese por medios gráficos o audiovisuales, cada vez que algún periodista se refería a un partido del mundial de fútbol".

La preocupación del lector es lógica. También quien esto escribe descubrió, en un artículo que debía corregir el siguiente ejemplo: "dependientes *al Gobierno", cuando el verbo depender exige siempre la preposición de para su uso: "dependientes del Gobierno".

Quizás estemos asistiendo al nacimiento de un nuevo intríngulis gramatical: ¿se impondrá el uso de la preposición a por encima de la de ? ¿Se volverá la preposición a la más popular de todas? A juzgar por lo que ocurre sólo con la palabra evento (por no mencionar generar), estamos ya en un camino peligroso.

Una amiga silenciosa

Como varios lectores coincidieron en el tema (Héctor Floriani, el ingeniero Horacio De Cárolis y Jorge García Hugony) volveremos sobre la arroba (@) y sus variados usos. Escribe García Hugony: "El origen de la arroba en Internet proviene del inglés, idioma en el que se utiliza para definir el precio individual del producto en una factura. Esto siempre se verbalizó con la palabra at . Ocurre que en inglés at también designa ubicación, como en I am at home , «estoy en casa». Cuando se inventó el correo electrónico, fue lógico usarla para indicar adonde se encuentra jperez : jperez@eur.com en inglés se dice *jperez « at» eur.com, que nosotros traduciríamos como jperez «en» eur.com. Pero en español ya se usaba el signo para designar una medida, y la palabra arroba y el concepto de arroba no tienen el más mínimo sentido en este contexto. Otro problemita de la globalización. ¡Quizás cuando acabe este siglo nuestro idioma se llenará de palabras chinas!"

La observación es pertinente, en tanto tengamos en cuenta que muchos de los términos usados en el mundo de Internet vienen del inglés: e-mail, mouse , etcétera. Pero, como en la columna nos referíamos a su uso en español, hay que repetir con el Diccionario Panhispánico de Dudas que "la arroba no es un signo lingüístico" y por lo tanto no debe usarse para integrar en una sola palabra "las formas masculina y femenina del sustantivo", por más tentador que aparezca a la vista escribir *l@s niñ@s.

La periodista española Eva Orúe, mencionada ya otras veces en esta columna, mujer de mucho ingenio, cree haber encontrado una solución a este tema tan alargado de "los niños y las niñas" o "los ciudadanos y las ciudadanas". Escribe así: "Queridos y queridas... en fin, querides" . ¿Por qué no zanjar la cuestión por una "tercera vía"? Al fin y al cabo, la e también es una vocal y suena sonoramente, cosa que sería imposible con la @, que es un signo no lingüístico.

Graciela Melgarejo

LA NACIóN