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Gran banquete en Israel


Tomado de Clarín: 07/11/2010

Autor de teatro, adaptador y compositor.

PorJORGE SCHUSSHEIM, ISRAEL

Nos alojábamos en la ciudad de Tel Aviv y mi primo pasó por el hotel a las nueve de la mañana para ir a visitar la catedral de Nazareth. La noche anterior, 24 diciembre, yo había consumido arenques, salmón, quesos, huevos duros, rabanitos, ensaladas, tortas. Más el café de la mañana. Toda una experiencia.

A mitad del viaje Alex, mi primo, paró en un kibbutz que criaba cerdos (allí los llaman cebras, por motivos religiosos). Una baguette gigante y medio kilo de jamón crudo, constituyeron nuestra merienda de media mañana.

Ya en la catedral, picoteamos pistachos y dátiles mientras admirábamos los frescos pintados por famosos artistas de todo el mundo.

A la salida sentimos una puntadita de hambre. Así que paramos en “Diana”, el gran restaurante de Nazareth. Comenzamos con falafel de habas, humus con tehina, caviar de berenjenas, aceitunas negras con ajo, labne ácido y fresco con fenogreco y otras cosillas. Después, dos fuentes repletas de costillitas de cordero, jugosas y rosadas, apenas condimentadas con romero, y kebabs también de cordero con tomates asados.

Mientras comíamos, mi prima nos llamó al teléfono celular para que no nos olvidáramos de comprar dulces, ya que esa noche habría invitados.

La confitería tenía toda clase de sueños orientales: baklavá, greibe, maamul y otras delicias hechas de masa filo, almendras, agua de azahar y de rosas. Mientras nos hacíamos preparar una bandeja de dos kilos, una amable señora nos iba dando masas para probar. Y probábamos.

Un tanto satisfechos emprendimos el regreso. Pero bajando una colina, mi primo decidió estacionar junto a un puestito improvisado que había allá, atendido por un druso de edad incierta, descalzo y vestido con un traje que alguna vez había sido planchado y una camisa blanca que también alguna vez había sido lavada.

–Alex, creo que ya comimos bastante–, le dije.

Ignoró mis palabras.

Sobre tablones cortados a pura hacha, el druso exponía botellas de aceite de oliva hecho con las aceitunas de esos olivos silvestres que él mismo cosechaba, queso de oveja, panes iraquíes y zaatar seco, el hisopo bíblico que crecía salvaje ahí nomás.

El viejo limpió con su camisa dos vasos inmundos y nos convidó con un delicioso té de misteriosas hierbas.

Alex le murmuró algo.

Entonces, el hombre untó queso blanco de oveja rociado con ese aceite rancio en un pan chato, lo espolvoreó con zaatar y, mal doblado en tres, lo puso a calentar sobre el saj, ese horno típico que parece un wok invertido. Y cortando ese pan con un cuchillito oxidado, envolvió cada una de las mitades en un pedazo de papel higiénico de un rollo que tenía ahí y nos lo ofreció con gesto de príncipe.

La combinación de ese requesón de gusto fuerte a oveja con el aceite atrojado y el zatar era la perfección. Nunca había probado algo tan extraordinariamente equilibrado entre texturas, temperaturas y gustos.

Y yo, que me ufanaba de haber comido en muchos de los mejores restaurantes del mundo, allá, en medio de esos bosques, con la panza llena y a punto de reventar, degusté el mejor plato de mi vida, el plato inolvidable entre los platos.

Y, por algo, esa es tierra de milagros.

BAbel: Todas as culturas se encontram em Buenos Aires

Fui convidado a ministrar uma conferência sobre Mário de Andrade no I Seminário Lusófono, promovido pela Cátedra de Estudos Brasileiros da Universidade de Buenos Aires. Como queria aproveitar minha segunda viagem a Buenos Aires, que eu costumo chamar de minha segunda casa, resolvi procurar uma escola para aprofundar meus conhecimentos de Língua, Literatura e Cultura Hispânicas. Em consultas pela Internet, entrei no site da Escola BABEL e resolvi enviar um e-mail, para saber sobre os cursos. Desde o primeiro contato, fui muito bem atendido, o que já garante a qualidade de qualquer escola.

Daniela, a diretora da escola, ofereceu-me um curso de Literatura e Cultura argentina. Como eu ficaria pouco tempo em Buenos Aires, fiz em uma semana o curso intensivo, totalizando dez horas, cinco com Daniela e cinco com Leandro. Os dois são excelentes professores, muito amáveis e dedicados, o que me propiciou excelentes momentos de aprendizagem e reflexões sobre grandes autores e ideólogos argentinos, possibilitando, inclusive, realizar comparações com a literatura e cultura brasileiras, das quais me ocupo como professor-doutor na Universidade Federal do Pará.

No meu caso, eu já falava fluentemente o idioma espanhol, porém, posso mencionar surpresas que tive: conheci na Escola BABEL alguns estudantes de vários países como Holanda, Inglaterra, Israel e percebi que, em pouco tempo de estudos (alguns haviam começado a estudar espanhol há apenas três meses!), eles já falavam bem o idioma. Como também já fui professor de Espanhol, dada minha formação em Letras e certificados internacionais de proficiência em Espanhol, pude avaliar os recursos didáticos de que se vale Babel para o ensino do idioma e garanto a eficiência no emprego desses métodos pedagógicos, haja vista a fluência dos alunos que conheci, alguns deles de culturas tão distantes da nossa, como é o caso do estudante israelense.

Babel não é apenas uma escola, é mais do que isso: é um ambiente cultural em que o aluno tem a oportunidade de conhecer pessoas e se inserir no ambiente argentino. Os professores nos inserem em atividades culturais, como idas a shows de Tango, por exemplo, tornando-nos parte daquela cidade, daquela cultura. Dessa forma, podemos desenvolver a prática da interculturalidade, conhecendo a nós mesmos pelo conhecimento do outro, um outro que é nosso país vizinho e que possui uma riqueza cultural inesgotável.

Dr. Fernando de Moraes Gebra
Professor Adjunto I da Universidade Federal do Pará, em Belém; Doutor em Letras, área de Estudos Literários, pela Universidade Federal do Paraná, em Curitiba.








BABEL: TODAS LAS CULTURAS SE ENCUENTRAN EN BUENOS AIRES

Fui invitado a dar una conferencia sobre Mário de Andrade en el I Seminario Lusófono, promovido por la Cátedra de Estudios Brasileños de la Universidad de Buenos Aires. Como quería aprovechar mi segundo viaje a Buenos Aires, que yo acostumbro llamar mi segunda casa, decidí buscar una escuela para profundizar mis conocimientos de Lengua, Literatura y Cultura Hispánicas. En consultas por Internet, entré en el sitio de la escuela BAbel y decidí enviar un e-mail para saber sobre los cursos. Desde el primer contacto, fui muy bien atendido, lo que ya garantiza la calidad de cualquier escuela.

Daniela, la directora de la escuela, me ofreció un curso de Literatura y Cultura Argentina. Como yo me quedaría poco tiempo en Buenos Aires, en una semana hice el curso intensivo de diez horas totales, cinco con Daniela y cinco con Leandro. Los dos son excelentes profesores, muy amables y dedicados, lo que me brindó excelentes momentos de aprendizaje y reflexiones sobre grandes autores e ideólogos argentinos, posibilitando, inclusive, realizar comparaciones con la literatura y la cultura brasileñas, de las cuales me ocupo como profesor-doctor en la Universidad Federal de Pará.

En mi caso, yo hablaba ya fluidamente el idioma español; sin embargo, puedo mencionar sorpresas que tuve: conocí en la escuela Babel a estudiantes de varios países como Holanda, Inglaterra e Israel y percibí que, en poco tiempo de estudio (¡algunos habían comenzado a estudiar español hacía apenas tres meses!), ellos ya hablaban bien el idioma. Como también ya fui profesor de Español, dada mi formación en Letras y certificados internacionales de Español, pude evaluar los recursos didácticos de que se sirve Babel para la enseñanza del idioma y garantizo la eficiencia en el empleo de esos métodos pedagógicos, dada la fluidez de los alumnos que conocí, algunos de ellos de culturas tan distantes de la nuestra, como es el caso del estudiante israelí.

Babel no es sólo una escuela, es más que eso: es un ambiente cultural en que el alumno tiene la oportunidad de conocer personas e insertarse en el ambiente argentino. Los profesores nos insertan en actividades culturales, como salidas a shows de Tango, por ejemplo, haciéndonos parte de aquella ciudad, de aquella cultura. De esa forma, podemos desarrollar la práctica de la interculturalidad, conociéndonos a nosotros mismos a través del conocimiento del otro, otro que es nuestro país vecino y que posee una riqueza cultural inagotable.

Dr. Fernando de Moraes Gebra
Profesor Adjunto I de la Universidad Federal de Pará, Belén; Doctor en Letras, área de Estudios Literarios, por la Universidad Federal de Paraná, en Curitiba.

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